martes, 30 de marzo de 2010

toreando en plaza ajena....

Era una tarde fría y sin apenas viento, un silencio abrumador lo inundaba todo, uno de esos atardeceres cenagosos, de esos que pierden el cálido color anaranjado y se vuelven grises desde el principio, él miraba tranquilo a través del cristal de su coche, parados, él y el coche, se encontraba en stand by, aparentemente nada funcionaba correctamente, pero conseguiría sacarlo todo adelante de eso estaba seguro...


...después de un largo invierno con demasiados vientos procedentes de Siberia se decidió a salir, su trabajo le encantaba, era su vida, disfrutaba sintiendo la naturaleza, el frío cuando el invierno arreciaba, el olor a humedad cuando llovía, la explosión de vida y floraciones en primavera y la sequedad y el ardor penetrante del aire en pleno verano...pero por fin lo vio claro, desde hacía tiempo veía las manadas de toros desde su tractor, viéndose seguro, fuerte, encima de su vehículo, había visto miles de corridas de toros, siempre le había entusiasmado el arte de las corridas de toros, las buenas faenas que había visto hacer a algún profesional de la tauromaquia, pero siempre había habido un problema, la falta de recursos económicos, por lo tanto nunca había recibido clases, y su clase y estilo eran tremendamente mediocres. Así que poco a poco, lo más que alcanzó fue la cercanía de un grupo de toreros de la provincia que se entrenaban juntos, trabajaba para ellos, y hacía el trabajo sucio, algunas veces se regocijaba con la muleta y el estoque en la seguridad que le producía la marcha de todos ellos al pueblo, con la soledad se encontraba bien y podía probar los pases y escuchaba los oles de la imaginaria plaza enfervorizada...


...Todo el pueblo había rezado pq cambiara el tiempo, llevaba 1 mes lloviznado en mayor o menor medida y el cartel para aquella tarde era inmejorable, estaban la mayoría de los primeras espadas nacionales y había una tremenda lucha de egos por demostrar quien era el mejor. Ese día por fin los analistas predecían la llegada del buen tiempo, el viento seguía haciendo acto de presencia, pero un sol ya prácticamente primaveral lucía por la mañana esplendoroso. J. Tomás se encontraba de camino a la plaza y estaba a escasos 300 metros, sorteaban con poca suerte la gran afluencia de público que se veía en las cercanías de la plaza, algo malo le rondaba la cabeza, acababa de descubrir que todos sus crucifijos y amuletos estaban situados en el lugar que debían, todos menos uno, no hacía falta ser muy listo para saber que la superstición se estaba adueñando de su cabeza, lenta pero inexorablemente notaba como su valor decrecía, y el miedo se adueñaba de su ser, el mayor problema era que dentro de su cabeza no había burladero posible, no cabía la resurrección...


...Él era el más esperado, sabía que tenía que cumplir, pero tb sabía que los nervios le atenazaban, no podría salir con su habitual maestría y seguridad, sus movimientos parecerían forzados, sin la habitual muestra de señorío y entereza. El público enseguida lo notó, habían pagado demasiado bien a los famosos reventas y el miedo a la muerte es algo que nunca se puede esconder, en el tercer toro de la tarde para él, cuando estaba cambiando el estoque e farfullando algunas palabrejas con su cuadrílla, la gente empezaba ya a impacientarse, algunos forofos incultos hablaban y reían tonteando con sus amiguetes mientras los entendidos mantenían silencio y miraban al tendido fijamente con la mirada perdida. En pleno desasosiego, en el momento de mayor tensión....


....Debía dejar sus sueños de lado, después de todo nunca tendría suficientes fondos ni estilo para merecerse siquiera una oportunidad, y ya no valía la pena hablar de su edad, demasiado viejo ya para aprender nada, pero no quería morirse sin verlo en vivo, sin sentirlo en sus propias carnes, había conseguido las entradas por una mera coincidencia, uno de sus patronos le había permitido la posibilidad de verlo, no sin antes dejarle claro sibilinamente que no era un regalo, que tarde o temprano se lo debería reembolsar con creces...


...Estaba en plena corrida estudiando cada movimiento, la necesidad de bajar al ruedo le estaba quemando la cabeza, sus manos le ardían y sus ojos hervían dentro de las cuencas, quería sentirlo, aunque solo fuese una vez....poco a poco dio los pasos necesarios para llegar hasta la parte de atrás del burladero sudoeste, no eran premeditados, pero eran demasiado tranquilos para que la gente apreciase las ideas que se trastabillaban en su mente, de la arena ya solo le separaba el burladero, y había un par de relucientes capotes, de un rojo intenso, apoyados en la barrera. Sin embargo, sus ojos fueron a fijarse en uno raído que estaba apoyado en el suelo y cuya vida se había alejado ya mucho de sus momentos de grandeza, y ahora arrastraba los últimos coletazos de vida alejado de la primera plana, aunque más cerca aún de la sangre, restos de sangre que ya no se molestaban en limpiar y que acartonaban de una manera notable su textura...


...sin pensárselo dos veces y lanzándose al abismo, en un solo movimiento ágil y veloz recogió el capote y se lanzó al ruedo, el picador se estaba retirando, y el toro acababa de salir y había recibido solo su primer castigo, estaba pleno de furia y miedo. Sabiéndose cercano a la muerte solo pretendía llevarse un compañero para el barquero, solo sabía que no iría solo en la barca, al infierno viajaría acompañado...


...se quedaron un segundo eterno mirándose, el público se calló, José apreció la inquietud en la gente y giró lentamente la cabeza, en el centro de la plaza un hombre que rondaba la treintena había conseguido colarse y blandía un viejo capote con el que llamaba al toro, toda la seguridad de la plaza había fallado, y ahora no había quien se acercara a detener a aquel hombre, su cuadrilla ya experta en estas lides se dirigía a tal efecto, pero José, colocando una mano en el pecho de su jefe de filas espetó un "dale un minuto al hombre", "solo espero que sea un buen aficionado, y vaya sobrio"...


...la adrenalina fluyó tan rápido que produjo el efecto contrario, su cuerpo se frenó en seco. Rígido como un témpano de hielo se mantenía plantado como un cactus del salvaje oeste. Cuando el toro estaba a escasos 3 metros y a plena velocidad despertó de su letargo para, con un movimiento tosco, engañar al morlaco y conseguir zafarse de su embestida, y así una vez tras otra, no tenía estilo, no tenía arte, tenía las piernas temblorosas cual martillo neumático en pleno esfuerzo, los movimientos eran casi cómicos, pero tenía mucho coraje y las ganas de intentarlo, no le valió de reconocimiento, pero la gente pudo observar su lucha, su coraje y las ganas que tenía de burlar a la muerte, y él, aunque solo fuera por una infinitésima fracción de segundo, pudo sentir la libertad, por fin se había podido cortar las cuerdas que le atenazaban, los lastres quedaron atrás...


es la historia de alguien que nunca se contenta, que tiene inquietudes y que siempre busca contentar la vocecilla que le llama en su interior, la vocecilla que le hace hacerse fuerte ante las adversidades....

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